Lo que los rusos querían a cambio de Vorst era algo que sólo Darsoss podía proporcionarles. Este iría a Londres y allí alguien se pondría en contacto con él. Días más tarde, Darsoss cogió el avión. Tenía plena conciencia de lo que era: un hombre obsesionado por la idea del asesinato. Encendió un cigarrillo y, sin dejar de pensar en la gente que conocía en Londres, esperó a que éste apareciese a través de la niebla. Así empieza LA NOCHE ES PARA ESCUCHAR.
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