EL CAMINO DE SANTIAGO

Muchos son los peregrinos devotos —y también aquellos cuya devoción es más laxa, más intuitiva que religiosa— que emprenden el Camino y recorren este paisaje bellísimo, a veces amable y otras veces abrupto, que serpentea entre montañas, aldeas antiguas y senderos donde solo se oye el viento y los propios pensamientos. Todos ellos avanzan con la mirada puesta en un destino común: el sepulcro del apóstol Santiago, en la imponente ciudad de Santiago de Compostela. Hacer este recorrido supone enfrentarse a un trayecto difícil, arduo, y en ocasiones no del todo seguro para una mujer que viaja sola. Sin embargo, cada año miles de caminantes se lanzan a esta aventura que desafía la comodidad y el ritmo acelerado del mundo contemporáneo.

En esta ocasión, Kathryn Harrison decide volver al Camino por tercera vez. Pero lo hace acompañada, y esa compañía transforma por completo su experiencia: viaja con su hija Sara, de doce años. Este simple hecho abre una nueva mirada, una lente más fresca y curiosa a través de la cual la autora vuelve a contemplar paisajes ya conocidos. Ahora el camino se revela también desde los ojos de la infancia, y cada etapa se convierte en una oportunidad para descubrir, para aprender, para compartir silencios y conversaciones que solo nacen cuando se avanza a pie, sin prisa, al ritmo pausado de los antiguos peregrinos. Lo que emprenden juntas es una expedición extraordinaria, casi un acto de resistencia contra la vida moderna, que ha olvidado lo que significa caminar con plena conciencia del propio cuerpo, del propio cansancio y del propio anhelo.

El camino de Santiago es mucho más que un itinerario espiritual. Está tejido de reflexiones profundas sobre el amor y la familia, sobre la cercanía ineludible entre la vida y la muerte, sobre la complejidad de la naturaleza humana y el persistente deseo de salvación que el peregrinaje simboliza desde hace siglos. A través de la marcha, entre el polvo de los senderos y las conversaciones al caer la tarde, se revela también una posibilidad invaluable: la de reencontrarnos con nosotros mismos, con algo esencial que a menudo se pierde entre las obligaciones y las prisas.

Profundo, estimulante y de una lectura siempre absorbente, El camino de Santiago nos guía no solo por una ciudad medieval cargada de historia, leyendas y tradiciones que todavía vibran en sus piedras, sino también hacia una comprensión nueva, más clara y más íntima, tanto de la vida como de nuestra propia identidad. La peregrinación exterior se convierte, así, en un viaje interior que nos recuerda que caminar puede ser una forma de regresar a lo que somos.