DOS MIL SIN – CUENTA

Esta historia no pretende ser una profecía ni una advertencia disfrazada de literatura. Tampoco aspira a convertirse en un ejercicio de futurología ni en un pronóstico de lo que está por venir. Más bien, se ofrece como una exploración narrativa que se desliza entre los restos de un mundo quebrado. En el Casco La Rosalinda conviven siete personajes que, contra todo pronóstico, han logrado sobrevivir a las múltiples inundaciones y a los cataclismos provocados por el cambio climático y por el agotamiento irreversible de los recursos naturales. Cada uno de ellos ha encontrado una manera distinta de afrontar el desastre, una estrategia íntima y personal que les permite continuar avanzando en medio de un paisaje devastado.

En este refugio, suspendido entre la ruina y la esperanza, los habitantes del Casco descubren formas inesperadas de felicidad. La encuentran en el aislamiento del mundo virtual, expandido ante ellos en una pantalla holográfica instalada en el centro de la sala común; un dispositivo que se ha ganado el nombre cariñoso de Platón, porque sobre sus superficies luminosas proyectan otras realidades posibles. También la encuentran en la pequeña comunidad heterogénea que han conformado por necesidad y que, sin opción de escapar, los obliga a convivir en armonía. Allí, donde no queda mucho más que compartir, surgen afectos, lealtades y pequeñas treguas diarias que dan sentido a la supervivencia.

Los grandes temas que atraviesan la vida humana —la felicidad, la existencia, el amor y sus pasiones, el tiempo que avanza sin descanso— se convierten en los desvelos de estos sobrevivientes. Frente a un pasado que se hundió literalmente bajo el agua y un futuro que aún debe reinventarse, cada uno de ellos ensaya una forma de volver a empezar desde el peor escenario imaginable. La consigna es simple y a la vez monumental: reciclar el futuro, reconstruirlo con los fragmentos de lo que quedó.

Los testimonios de los ancianos del Casco, quienes llegaron a vivir casi toda su vida en el mundo anterior y resistieron la gran inundación, revelan una obsesión persistente con la idea del fin del mundo. Ellos mismos lo reconocen con una mezcla de ironía y asombro: “¡Imagínense qué locura. No hicimos nada para sacarnos esa idea de la cabeza!” En sus relatos se percibe un eco de la mentalidad que dominó los últimos tiempos antes del colapso: una fascinación casi paralizante por la catástrofe, que terminó materializándose en los océanos que devoraron las ciudades.

Con Dos mil sin cuenta, Katja Alemann construye una novela audaz, vibrante y profundamente visual, que no solo mira hacia el porvenir, sino que lo desafía. La obra propone una aventura dramática donde la imaginación funciona como una sustancia viva, una energía que se imprime en el tiempo y transforma la manera de habitar un mundo después del mundo.