“Un día”, había dicho a su madre el joven Mussolini, “¡haré temblar al mundo entero!” Con ese fin, el Duce quiso emular a su mucho más afortunado aliado. Lo que logró fue la capitulación de su país tras desastrosas derrotas, y su propia ejecución a manos de sus compatriotas. El mundo apenas tembló.”
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